El tema de la necesidad humana de compartir ha rondado mi cabeza últimamente de una manera mucho más clara y reveladora de lo que lo hizo mientras escribí mi libro ¡DESENCADÉNATE! TÚ ERES TU LIBERTAD.
Resulta ser que una vez que uno termina de escribir su libro, nuevas y frescas ideas comienzan a fluir de una manera libre y espontánea. Entiendo que este proceso es el resultado de la labor de introspección que se sigue generando internamente de manera natural. Una cosa lleva a la otra. Es decir, cuanto más analizamos y entendemos ideas, hechos y conceptos; cuanto más logramos internalizarlos, más propensos nos volvemos a seguir encontrando nuevas respuestas y soluciones. Dicho de otro modo, aquello que logramos asimilar en un cierto nivel de entendimiento, con el tiempo se va esclareciendo más profundamente.
En relación con la necesidad humana de compartir, puedo decir que ahora tengo más claro sus implicaciones y su importancia. La relación que existe entre un sentimiento de soledad o desolación y qué tanto compartimos aquello que nos importa y nos gusta es bastante estrecha. En pocas palabras, he descubierto que la soledad no es generada por el hecho de estar solos (no acompañados). Esto es irrelevante en muchas ocasiones. Lo que realmente nos hace sentir solos es nuestra incapacidad de compartir aquello que nos importa y que nos apasiona. Así de sencillo.
Cuando por diversas razones perdemos la posibilidad de compartir aquello que nos encanta, los objetos de nuestras pasiones pierden significado y, en ocasiones, podemos ser invadidos por sentimientos de nostalgia, tristeza y vacío. Es el acto de compartir lo que da a las cosas que nos fascinan ese toque mágico que lleva nuestra alegría y entusiasmo a niveles más altos. El acto de compartir es la cereza en el pastel… ¡y es una gran cereza!
Nuestra incapacidad para compartir se debe, muchas veces, a que la gente que nos rodea no comparte con nosotros nuestros mismos gustos e intereses. Ejemplos significativos incluyen la música, los deportes, las actividades recreacionales, las películas, los lugares que visitamos, entre otros. El problema para muchas personas, creo, es que no encuentran una salida fácil, lo cual perpetúa el sentimiento tóxico de soledad. Sin embargo, existe una solución simple que debería ser obvia, pero que muchas veces, no lo es.
Cuando no nos es posible compartir lo que nos gusta o importa con nuestros seres queridos, podemos unirnos o asociarnos a grupos (clubes, asociaciones o equipos) que lleven a cabo o disfruten de lo mismo que nosotros disfrutamos. Además de poder compartir, podremos ampliar nuestra red social y nuestras oportunidades en diversos ámbitos de la vida. Hagamos esto en vez de seguir siempre con la expectativa de que los demás disfruten con nosotros de aquello que nosotros disfrutamos tanto. ¡Es así de simple!
En conclusión, nunca debemos olvidar que el acto de compartir lo que nos gusta y nos importa es una fuente poderosa de alegría, de satisfacción e incluso de plenitud.
Carlos Aldeco