¿Por qué algunas personas (al parecer, la minoría) saben desde su infancia exactamente lo que quieren ser y hacer en su vida? Estas personas parecen saber desde el principio cuál es su misión en la vida y porqué están aquí (aunque no sepan cómo lo saben). Estos individuos logran su propósito de una manera exitosa y sin dudar del camino que han tomado. Además de saber lo que quieren, este tipo de gente tiene una determinación inquebrantable. El actor Arnold Schwarzenegger, por ejemplo, pertenece a este grupo; él asegura haber sabido desde una edad temprana lo que quería ser y hacer en su vida. Él, como muchos otros individuos, siempre ha sabido qué más hacer cuando sus proyectos se van concretando y es tiempo de iniciar nuevos emprendimientos.
Por el contrario, ¿por qué tantas personas llegan a la adultez sin siquiera saber qué quieren, quiénes son y porqué han venido a este mundo? ¿Alguna vez te has cuestionado esto? ¿Crees que este fenómeno está basado en algo meramente aleatorio? ¿Es tan solo cuestión de suerte? O, ¿hay algo más allá que no podemos ver y que solo podría ser explicado desde un plano espiritual? Más aún, ¿por qué algunos nacen en lugares y circunstancias favorables y otros en medio de la total adversidad?
Creo firmemente que la respuesta a esta incógnita no puede encontrarse en el plano terrenal. Tal y como comento en las REFLEXIONES FINALES Y DESPEDIDA de mi libro ¡DESENCADÉNATE! TÚ ERES TU LIBERTAD, considero que las respuestas a muchas de nuestras dudas existenciales yacen en un plano etéreo, místico e invisible a la vista.
En lo personal, me rehúso a creer que se trata de la suerte. La sabiduría Kabbalah (sobre la que hago referencia en mi libro) explica que quienes venimos a este mundo lo hacemos para poder evolucionar espiritualmente, y que, antes de nacer, hemos elegido el tipo de vida que tendremos y los obstáculos a los que nos enfrentaremos. Es como si firmáramos un contrato antes de nacer en el que se estipulan las cláusulas y condiciones de nuestra vida en la tierra. Y, aquello que viviremos es lo que “necesitamos” experimentar de manera individual para alcanzar dicho crecimiento dependiendo del nivel de evolución espiritual en el que nos encontramos.
Piénsalo de esta forma: ¿Realmente qué tanto depende de nuestras capacidades el que sepamos quiénes somos, qué queremos y hacia dónde nos dirigimos? ¿Tiene más crédito quien sabe lo que quiere que quien no lo sabe? ¿Es mejor quien ha encontrado su lugar en el mundo que aquel que no lo ha hecho? Ciertamente, es una pregunta cuya respuesta está sujeta al debate, así como a mucho análisis. Creo que es muy probable que ni siquiera podamos encontrar dicha respuesta, al menos no por ahora, en esta vida como humanos.
El hecho trascendental es este: no saber cuál es nuestro lugar en el mundo es una fuente de angustia, confusión, estancamiento y sufrimiento que incluso puede llegar a destruir la autoestima. Vivir así implica vivir una vida con la que uno está inconforme, así como dedicarse a algo que no es del propio agrado y que no reporta satisfacción y crecimiento. No encontrar nuestro lugar en el mundo es un infortunio.
Creo entonces, que vale la pena luchar por encontrar nuestro lugar en el mundo, nuestra misión, nuestros dones, nuestras habilidades y nuestras cualidades. Hacer esto significa no solo alcanzar una vida más satisfactoria, sino también lograr una existencia más significativa a través de acciones que se traduzcan en aportaciones tangibles a la humanidad.
Carlos Aldeco